MARÍA JESÚS MINGOT



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 Amanecida

    

La luz entra en el mundo de puntillas,

como una joven virgen

que camina descalza por el cuarto,

donde su amado indiferente duerme.

 

Con tembloroso paso de púber que respira,

a un tiempo embelesada y contenida,

se despoja en silencio de la ropa.

Un aroma en el aire se dispersa

y la vida se yergue, cristalina,

sin que un dedo la roce con su yema

ni petición alguna se precise.

 

Tocado por la nevada piel adolescente,

todo cuanto hay allí se despereza,

y a su blancura se rinde  finalmente

de promesa de amor intransitada.

 

No desveles lo que ha pasado luego,

no conviertas la luz en vientre estéril,

deja al sabio dormir para que pueda

ese aliento de virgen despertarte.