MARÍA JESÚS MINGOT



HOME

ACERCA DE MÍ

LIBROS

VERSOGRAFÍAS

ENLACES



   Alumbramiento

        En una sala de maternidad que ha olvidado la lluvia,

        sobre unas sábanas prestadas manchadas de sangre,

        respira con agallas,

        con resuello de anfibio bajo la blanca luz incrustada

        en la frente.


        No es una enfermedad ensayada mil veces.

        El mentón en el pecho escupiendo la fuerza

        que te entrega a la vida,

        es gemido de tierra que ilumina la estancia.


        Convulsa y solitaria derrama entre los muslos la

        claridad del mundo.

        Una ola tras otra desborda la pecera colmada de

        membranas,

        que se quiebra en pedazos salpicándolo todo:

        tejidos y cartílagos y venas alfabéticas

        destapan el milagro que enseguida nivelan las manos



      


        entendidas.    


        Aguardan la sonrisa que abone el sacrificio

        para el que fue entrenada,

        con sus rostros de nata que comulga a diario.

        La espalda de la boca no le interesa a nadie:

        Que el vacío descalzo de descalzas promesas

        permanezca en el silo donde no se le escuche.

        Sólo cuenta la ofrenda a voleo sembrada.

        Ligera como nube, mas también obstinada;

        arrebatando noche para hacerse presente

        a pesar del desierto que le creció a la madre.














        Es niña y es morena,

        centeno tembloroso cuajado entre tinieblas.

        Los dedos diminutos,

        el velo de los párpados de tulipán fruncido,

        el rastrillado lomo,

        llanura que zozobra hasta hacerse ladera

        que en las nalgas se yergue igual que una pregunta,

        desbrozan el camino que los pies desconocen.

        Son gaviotas al aire,

        relámpagos de luna que no han tocado suelo,

        o ensayo rumoroso a cuya cita acude

        un mar inalterable.


        La mira. Aún sin nombre es diferente a todas.

        Su pelo huele a tiempo.

        Su cara huele a tiempo.

        Está llena de espacio,

        de par en par abierta sólo en este momento

        en el que ella la mira sin saber si besarla.

        Ahora; sólo ahora se encuentra de par en par abierta.

        Y acaso en el desierto también germine un ángel.